

Ella, abogada. El, empleado de una casa de electrodomésticos. A principio de año, no hace mucho, se miraron y se preguntaron: “¿por qué no?”, “Si otros lo hicieron, por qué nosotros no?”.
Ese fue el primer día de “La Cayetana”, la expedición que la Dra. María José Cepeda, de Lobos, su marido Ignacio López y Angelina, la hija de ambos de 13 años, emprendieron por todo el continente americano en marzo pasado.
¿El objetivo? Llegar a Alaska en su propia camioneta, que prepararon y diseñaron ellos mismos.
Actualmente están en Panamá, rumbo a México. Desde allí, con mucha amabilidad, conversaron con LA PALABRA para contar la travesía que están protagonizando.
“Hace poco logramos cruzar el Canal de Panamá, vía Cartagena. Fue, hasta ahora, el tramo más difícil y peligroso que nos tocó hacer”, relata María José Cepeda.
“La camioneta tuvimos que cruzarla por barco. Es una zona complicada por cuestiones de índole política”, agrega la abogada lobense, en referencia a la presencia de las FARC.
María José conoció a Ignacio hace 17 años, en un festejo por el Día de la Primavera en el Parque Municipal.
Se pusieron de novios, se casaron y se fueron a vivir a Villa Madero. Allí nació Agustina.
Hoy, los tres juntos, recorren América y buscan llegar a Alaska.
“Angelina estudia a distancia, rinde exámenes por internet o manda las pruebas por correo”, explica.
Su camioneta, su casa
María José e Ignacio dejaron casi todo cuando se fueron. Vivienda, trabajo, afectos…
“Hasta ahora vivimos con los ahorros que teníamos. Dormimos y comemos en la camioneta, una Ford Transit 2014 que preparó Ignacio con unos amigos. Pero hace pocos días comenzamos a fabricar y vender pulseras y collares, para tener otros ingresos”, explica.
“Unos amigos que hicimos en el viaje nos enseñaron a hacerlos y decidimos empezar. En Panamá, sobre todo para cruzar la camioneta, tuvimos que gastar bastante dinero”, detalla.
María José partió de viaje en marzo con su familia y tiene previsto llegar a Alaska en abril de 2020.
“Las fiestas de fin de año calculamos que las vamos a estar pasando en México, por lo menos si sale todo como lo tenemos previsto”, anticipa feliz, orgullosa de la decisión que tomó con los suyos.
En Brasil, contrajeron Dengue y casi se tienen que volver
Estaban empezando la travesía. Habían salido de la Argentina y entraban a Brasil. Ignacio comenzó a sentirse mal. Tenía 40 grados de temperatura. Fueron al médico, le hicieron análisis y comprobaron que tenía Dengue.
El cuadro fue severo. Estuvo varios días con 40 grados de fiebre, decaimiento general y semiinconsciencia.
“Estuvimos a punto de volvernos”, confiesa María José.
“Hasta que un matrimonio que conocimos en Fortaleza nos invitó a quedarnos en su casa, todo el tiempo que fuera necesario. Fueron nuestros ángeles guardianes. Estuvimos allí casi 20 días, hasta que Ignacio se repuso y pudo seguir viaje”, relata.
“Fue una experiencia muy fuerte, otro aprendizaje más entre tantos. La hospitalidad de esa gente nos marcó para siempre”, concluye.
Hasta el momento, llevan hechos 22 mil kilómetros
La expedición partió de nuestro país en marzo. El recorrido, realizado hasta la fecha, incluyó Brasil, Perú, Ecuador y Colombia.
En total, llevan hechos 22 mil kilómetros.
Navegaron en el Amazonas, estuvieron en el Machu Pichu, recorrieron volcanes, escalaron montañas, cruzaron ríos y visitaron comunidades aborígenes.
“En todas partes nos recibieron con mucha hospitalidad”, señala la abogada lobense.
“Por supuesto hay momentos que extrañamos, pero la gente es muy buena, muy solidaria. Nunca nos hemos sentido mal o totalmente solos”, afirma.
“Cada kilómetro, lo disfrutamos mucho. Sobre todo por la generosidad de los pueblos que hemos recorrido”, explica.
Por qué le pusieron La Cayetana a la travesía
María José e Ignacio, juntos desde hace 17 años, tuvieron motivos de sobra para ponerle el nombre que le pusieron a la expedición.
La propia abogada lo explicó. Dijo que le pusieron así en homenaje a San Cayetano.
Ambos son muy devotos del Santo del Pan y del Trabajo y por eso decidieron llamar de tal manera el inolvidable viaje.
“Cuando nos conocimos con Ignacio, nos fuimos a vivir a Liniers y allá nos hicimos fervientes devotos de San Cayetano. Así que ponerle La Cayetana a la travesía en parte fue en gratitud por todo lo que nos ha dado”, cuenta.
“Desde que nos hicimos devotos de San Cayetano, nosotros nunca le fallamos a él y él nunca nos falló a nosotros”, insiste.
Tiene que ver también con el sentido empírico del viaje, alejado de lo material o de las cuestiones económicas.
“Vivimos en forma austera, modesta. Cuidando al máximo cada ahorro. De hecho, cocinamos y dormimos en la camioneta, para gastar menos. Decidimos hacer el viaje para aprender, no por vacaciones”, concluye la abogada.