Record de porcentaje de votos sacó el gobierno de Etcheverry para una elección legislativa. Así las urnas hablaron, pero como en la ópera Evita “quien quiera oír que oiga”.
En Cambiemos saben que su gobierno recién empieza. Ahora comienza la verdadera historia, para bien o para mal. Más allá de las correcciones en las distorsiones tarifarias, con este abultado resultado le quedan pocas excusas si es que no se logra avanzar.
Etcheverry festeja y con razón. Superó hasta lo que parecía un límite de votos. Ahora podrá ir a la Provincia o la Nación y mostrar que Lobos debe estar incluído en los millonarios repartos de obras públicas. En el Concejo deberá resistir la tentación de imponer cosas y será la oportunidad de demostrar que por más que se tenga mayoría propia, son democráticos en serio, haciendo del debate una costumbre para obtener lo mejor para la ciudad.
Es una pena que en las huestes de Sobrero no se haya escuchado la más mínima voz de autocrítica. Todo lo contrario, siguen con el viejo cuento que enterró los mejores años de la Argentina, diciendo que todo es culpa de los medios de comunicación.
Caras nuevas con políticas viejas se convierten en caras viejas. Porque sólo basta con ver cómo, de a uno, van cayendo presos todos los integrantes de su gobierno nacional, que entraron en él todos pobres y salieron todos ricos, para darse cuenta por qué se comieron semejante “paliza”.
Cada vez son más los que festejan como si fueran los goles argentinos en un mundial de fútbol, cuando cae preso un funcionario K. Se nota alegría hasta en los rostros más impensados.
Este domingo, luego del escrutinio, lejos, muy lejos de reflexionar, siguieron poniendo la culpa en los medios. Hacen muy mal si realmente creen que son una elite desperdiciada. Eso es cometer el pecado de la soberbia y al no haber ido a saludar a los ganadores, los convierte también en antidemocráticos. Ya Sobrero había roto la tradición y no había ido a saludar a Etcheverry cuando lo derrotara en el 2015. No es descabellado pensar que el domingo bajó esa misma línea, que es la misma que tuvo Cristina Kirchner al no entregar el bastón de mando cuando le ganó Macri.
No habrá renovación sin autocrítica, tampoco sin rebeldía y mucho menos si se siguen poniendo en práctica las viejas mañas de una clase política decadente, que fue artífice de 50 años de estancamiento.
Hay valores en las filas peronistas que deben revelarse ante estas conductas autoritarias. Porque nuestra comunidad tiene que tener una oposición fuerte, pero constructiva y difícilmente con estas conductas lo puedan lograr. Nunca es tarde para empezar.
Marcelo Blasco
Director