

La historia comenzó a escribirse en un barrio de Buenos Aires, donde Helber Navarro incursionó por primera vez en el atrapante mundo de la elaboración de helados.
Un matrimonio de italianos lo tomó como empleado y rápidamente aprendió en oficio y los secretos de algunos gustos que ya provocaban una masiva adhesión, como el emblemático dulce de leche que luego llegaría a Lobos.
Cuando Navarro estuvo capacitado para iniciar su propio camino, aquellos patrones de lujo que tuvo en Capital le dieron vía libre, le entregaron la fórmula del exquisito dulce de leche, y hasta lo autorizaron para que su heladería en Lobos llevara el mismo nombre.
Así nació “Firenze”, hace ya cincuenta años. Primeramente Navarro sumó tres socios para comenzar con la empresa que era todo un desafío.
Y estuvieron en distintos lugares de la calle Buenos Aires, en los inicios en la zona sur que hoy se llama Perón.
Hasta que se instaló, ya con Angel Delfino como único socio, en la actual ubicación de calle Buenos Aires entre Arenales y Caminos.
Allí fue creciendo la firma a pasos agigantados, y tras la desvinculación de Delfino, la familia Navarro asumió toda la responsabilidad.
Junto a Helber trabajaba su esposa, Elida Achille, y sus tres hijos: Carlos, Esther y Araceli.
La partida de Navarro siendo aún muy joven, generó un enorme desafío para sus descendientes, que lo asumieron con la convicción que el padre les supo transmitir, y la renovada apuesta al helado auténticamente artesanal como clave del éxito comercial que ya estaba consolidado.
TRES GENERACIONES
Fueron pasando los años y Firenze ocupó un sitial de privilegio en el gusto de los lobenses.
Quedó solamente el local central de calle Buenos Aires (hubo una sucursal en 9 de Julio y Cardoner durante varios años).
Y en los últimos años se produjo el traspaso a la tercera generación familiar.
Mauro y Ayelén Navarro, hijos de Carlos, fueron haciéndose cargo de la empresa con renovadas ideas, pero manteniendo el espíritu que instalara Helber cinco décadas atrás cuando llegó a Lobos con tantos interrogantes como ganas de trabajar y progresar.
“Los tiempos han cambiado, las maquinarias son más sofisticadas, pero el espíritu que nos inculcó papá sigue intacto, y por eso Firenze continúa siendo una opción para tantos lobenses”, explica Carlos Navarro.
“Hoy yo vengo si me necesitan, los chicos han tomado la conducción y es lógico que así sea, porque son la sangre nueva para que la firma se siga sosteniendo”, agrega.