Sin lugar a dudas se vive una realidad crucial en el país, la provincia y en nuestra ciudad. La realidad impuso un sinceramiento de precios y también un sinceramiento de las fuentes de empleo, siendo que el Estado era el único que contrataba mano de obra, pero no logró mejorar los servicios elementales como la educación, la salud y la seguridad. Fue un esfuerzo inútil a raíz de un mal diagnóstico, una mala praxis y lo peor, haciendo creer que se puede vivir sin esforzarse, capacitarse, bajo el amparo de recursos insostenibles, como emitir moneda sin respaldo. Es como vivir eternamente librando cheques sin control. Una locura.
Duele escuchar lo que se intuye o sospecha. Cuando se cortó el chorro de recursos ficticios, esa gente se quedó al desnudo con su propia indefensión. El parate es profundo, pero hay carencia de mano de obra calificada o como la que se iba aprendiendo y ejercitando en un oficio, para luego pegar el salto a un trabajo de mayor envergadura.
Hoy se ha tomado conciencia de que se ha tocado fondo y es como un volver a empezar. Es duro, pero hay que transitar el amargo camino de pagar las consecuencias de malas decisiones. Es aquí donde tiene que aparecer el Estado que contenga y la solidaridad colectiva.
Por eso es muy atinada la decisión del Municipio de no enviar a rentas generales la partida de las suspendidas Olimpíadas del Salado y distribuir ese dinero y algo más a través de los clubes. Esa verdadera red de contención que tiene nuestra ciudad, donde su trabajo toma cada día más importancia.
No sólo dinero para obras, también asistencia social y psicológica para detectar problemas familiares y de adicciones.
Un paso que debería ser acompañado por la provincia con recursos y con la mejora de los comedores escolares, sería lo elemental. También monitoreando las entidades benéficas que deben estar extenuadas de recursos humanos y económicos.
La sociedad toda, se debe mover como en pandemia, con gestos altruistas y generosos. Conservando las “changas” y realizando lo que esté a su alcance para ayudar a su familia, a su barrio, a su sector de pertenencia.
En las crisis proliferan los malos hábitos, y recrudece la inseguridad y la venta de drogas. No podemos quedarnos de brazos cruzados ante esta situación.
Marcelo Blasco
Director