En el Templo Parroquial colmado, se ofició la misa en la que los fieles recibieron las cenizas en sus cabezas, el signo de este tiempo.
El cura Mosca explicó que “las cenizas nos dan una certeza de nuestra condición humana, nos hablan de la pequeñez, de lo provisorio de la vida. Somos polvo, venimos del polvo y volvemos al polvo”.
“Y esta idea de la fragilidad de la condición humana, nos baja del pedestal al que nos subimos creyendo que somos dueños de nuestra vida y que no pasa”, agregó.
Remarcó además que “la vida, cuando no es entregada en el servicio, cuando no es usada para el bien, se vuelve polvo y simplemente pasa. La vida se gana, se hace grande y eterna, cuando es entregada y gastada en favor de los demás”.
Instó a los fieles a vivir este tiempo con intensidad “para que la Pascua no sea simplemente una fiesta, una semana de descanso, una comida, sino que sea una experiencia de encuentro profundo con el Señor”, dijo.
“Debe encenderse el fuego del amor para que la claridad de la luz ilumine toda nuestra vida, y ese ardor de la caridad y el amor encendido en nuestro corazón, nos lleve al encuentro del hermano y vivir la reconciliación y el amor”, expresó.
“Y será este amor brillante el que se comunique, se transmita y contagie, a un mundo que se sumerge en una noche oscura y fría de maldad”, remató.